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La relación bilateral boliviano-chilena destaca por su eminente carácter judicializado desde el 2013, año en que La Paz demandó a Santiago ante la Corte Internacional de Justicia buscando que el órgano judicial de la ONU obligue a Chile sentarse a negociar una salida al mar para los altiplánicos, pues en más de 100 años no ha querido hacerlo, configurando técnicamente una promesa incumplida. Mientras este juicio caminaba, en 2016, Chile sorprendió insólitamente al demandar a Bolivia ante el propio tribunal requiriéndole el reconocimiento de las aguas del Silala como internacionales, cuando se sabe que dichas aguas tienen un incuestionable origen (manantial) y decurso natural boliviano. Le dije al expresidente de Bolivia y estupendo vocero de la causa de su país, Carlos Meza, en la oportunidad en que fungí de moderador en el debate académico entre ambos países organizado por la Federación Interamericana de Abogados-FIA, en Lima (junio, 2015), que Chile buscaría una palanca para contrarrestar la sólida demanda boliviana frente a un fallo que pudiera serle adverso y la encontró al colocarse en la postura de demandante por el Silala, que por supuesto, no tenía ni pies ni cabeza, pues lo esperado era que Bolivia lo hiciera, dado que siempre había reclamado por el arbitrario desvío de las aguas por Chile. La Cancillería mapocha lo hizo, pues su hermetismo la habría llevado a calcular el tenor del fallo de la CIJ que saldría a fines de este año y quería contar con una carta bajo la manga para atenuar el mandato de la Corte en la eventualidad de que obligue a Chile a abordar la salida al mar para La Paz; sin embargo, constituye un mayor misterio saber si la Corte solamente obligará a Chile a negociar con Bolivia o si le exigirá que haya un resultado por dicha negociación. Por lo segundo es que Chile demandó a Bolivia para soltarlo en la mesa y presionar a Bolivia. De allí que la reciente contrademanda boliviana por el Silala busca neutralizar este último escenario. Audaz, aunque en su momento Evo Morales pecó de triunfalista al anunciar la demanda a Chile por el Silala y no lo hizo. Más bien, al desnudar su estrategia, alertó a Chile, que lo terminó demandando.

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