La crisis política que vivimos no es otra cosa que un problema de autoridad o, mejor dicho, la carencia de esta. Y la causa es evidente: la incapacidad del gobierno de Ollanta Humala para debatir, negociar y conciliar con la oposición.

Sin embargo, el oficialismo, luego de seis cambios de gabinete, al fin parece haberse dado cuenta de que el diálogo es una instancia necesaria para avanzar juntos en democracia.

El flamante presidente del Consejo de Ministros, Pedro Cateriano, va camino a conseguir el voto de confianza del Congreso. Esto se debe, por supuesto, a la serie de reuniones que lleva a cabo con los principales líderes políticos.

A pesar de que no es ningún secreto que el Premier es un antifujimorista a carta cabal, se reunió con Keiko Fujimori. De igual manera, no obstante su rivalidad con Alan García, Cateriano se juntó con el líder aprista y hasta posaron satisfechos.

Y es que escrito está que el diálogo es una dinámica que transforma y reconstruye la realidad social y política de un país. Lamentablemente, la corrupción y los fracasos de las últimas décadas nos han hecho perder de vista el eje transversal no solo de la política sino de la realidad social: el diálogo.

Es justamente esa la tarea a la que está abocado el Primer Ministro (se tomó en serio eso de cambiar y guardar la ira). Esperemos que el exministro de Defensa, pese a los torpedos del Mandatario, logre instaurar un ámbito de convergencia, pues se trata de sumar las aportaciones de las partes para alcanzar una meta común que interesa a todos: el bienestar del país.