La corrupción y la violencia, en ese orden, son los principales problemas que preocupan a los peruanos de hoy, según información proporcionada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), de acuerdo a cifras obtenidas entre julio y diciembre del 2024, lo que demuestra que estas taras de las que recibimos información todos los días, golpean más incluso que la falta de empleo y de recursos para cubrir las necesidades del hogar, que están muy por detrás.

El documento “Perú: percepción ciudadana sobre gobernabilidad, democracia y confianza en las instituciones”, indica que el 56% por ciento afirma que la corrupción es su principal preocupación, seguida de la delincuencia con 45%. Más atrás vienen la pobreza con 18,7 %; la falta de seguridad ciudadana con el 17,6 %; los bajos sueldos y el aumento de precios, con el 15,1 %; y la falta de empleo con el 14%. Es decir, más le preocupa a la gente que los sinvergüenzas le roben, que no le alcance la plata para llegar fin de mes.

Sin embargo, y sería bueno que esto sea motivo de debate en los meses previos a las elecciones del próximo año, el elector tiene que hacer un mea culpa por la tira de delincuentes y sinvergüenzas por los que vota, ya sea para presidente, congresistas, gobernadores o alcaldes. Por ejemplo, para el 2021 eligieron la plancha presidencial del partido de un condenado por corrupción como Vladimir Cerrón. ¿Qué querían? ¿Un gobierno como si tuviera al frente a la Madre Teresa de Calcuta?

Si miramos al Congreso, los ejemplos sobrarían, y lo mismo si analizamos a los gobernadores y alcaldes que tenemos. Entonces, sí, la corrupción es un gran problema en el país, pero esta lacra no hubiera avanzado tanto si es que los ciudadanos votasen con responsabilidad, y no por el que habla más bonito, regala dinero, lleva mejores conjuntos musicales a sus mítines o dice que va a quitarle la plata a los que la tienen para darla a los pobres. Veamos sus antecedentes antes de escuchar tanta demagogia.

Entiendo que si la corrupción se muestra como un problema tan latente para el ciudadano, es también porque el sistema de justicia en su conjunto ha resultado hasta el momento un fiasco, en que no hay sanción contra los que nos han jugado sucio a ocho años del estallido del caso Lava Jato. Allí están, por ejemplo, Susana Villarán y Martín Vizcarra, a quienes nada les sucede a pesar de todas las evidencias. Quizá el día que todos los que nos han metido la mano al bolsillo respondan ante la justicia, esa percepción sea distinta.