En los últimos días vimos, con estupor, el caso de una joven que fue ultrajada por cinco sujetos y también nos sorprendió como el abogado de uno de estos intervenidos intentó deslizar la posibilidad de que el ataque habría ocurrido porque la víctima era una chica “a la que le gusta la vida social”.
Al parecer muchas otras personas no entienden que la víctima de una agresión sexual jamás tendrá la culpa de haber sido atacada. No importa cómo vista, el estado en que se encuentre, si “le gusta la vida social” u otras tantas justificaciones que se ensayaron estos días, la culpa es solo del violador y eso debe quedar en claro.
Existe el consentimiento e incluso este puede ser retirado en cualquier momento y todo lo que pase luego de ello es una violación. No hay términos medios.
Pero lo ocurrido en el distrito de Surco no es más que el último de una seguidilla de ataques sexuales y una prueba de esta dramática situación es que solo en octubre se han denunciado otros tres casos de ultrajes en manada en Ica, Cusco y Ayacucho.
La violencia sexual se ha agudizado en lo que va de la pandemia y para enfrentarla se necesita educación y una serie de políticas públicas que tengan como base el enfoque de género.