El presidente Pedro Castillo se encuentra contra las cuerdas y ante su imposibilidad de defenderse con argumentos y refutar las acusaciones que hay en su contra, su familia y su entorno más cercano, el sábado último ha vuelto a culpar a los medios de estar en una campaña para descreditarlo, cuando lo cierto es que los indicios de corrupción brotan por todos lados y desde hace varias semanas hacen insostenible la subsistencia del régimen.

Desde Ayacucho volvió a atacar a la prensa en un patético arranque de cinismo. Qué culpa tienen los medios de que haya un testigo como Zamir Villaverde que dice que le ha dado plata en efectivo, o que su cuñada haya estado promoviendo obras en Cajamarca, a favor de una constructora dudosa. ¿Acaso los diarios y los canales pusieron los 20 mil dólares sucios en el baño de su secretario Bruno Pacheco? ¿Inventaron acaso los “100 grandes” de Juan Silva?

Si el jefe de Estado tiene argumentos para defenderse, en lugar de atacar a los medios que reportan hechos reales, que convoque a una conferencia de prensa, dé una entrevista abierta –y no al canal del Estado–, o en todo caso acuda al Ministerio Público o al Congreso a responder interrogatorios, antes de mandar a sus abogados a presentar recursos y apelar a leguleyadas para bloquear investigaciones, que no son más que tretas para no dar la cara. ¿Por qué?

La semana pasada se ha aprobado un informe de la Comisión de Fiscalización del Congreso que deja muy mal parado al presidente Castillo por haber dispuesto que la casa del pasaje Sarratea sea su despacho clandestino. ¿La prensa lo obligó a reunirse allí con ministros y gente como Villaverde o Karelim López? ¿Quiere que lo aplaudan por meter la mano en ascensos militares, en la Sunat o en Petroperú?

El mandatario debería darse cuenta que su plan de ponerse como “víctima” no resulta. La gente ya no se come el cuento del “hombre del pueblo” que vino a salvar al Perú de las garras de los “poderosos”. Ya pues. Las evidencias de corrupción y los indicios de que llegaron para levantarse lo primero que encuentren, son de escándalo, sin mencionar la ineptitud de un régimen que tiene como sus máximos representantes a gente como Aníbal Torres y Alejandro Salas. Para llorar.