El presidente Pedro Castillo ha recibido otro golpe de realismo con la última encuesta de Datum. Sube su desaprobación y ahora tiene en contra al 50% de peruanos. Al mismo, tiempo la percepción de un 52% de ciudadanos es que Vladimir Cerrón es el que manda en el país. Todo esto, pese a que el Jefe de Estado removió el gabinete ministerial con la intención de dar señales de un alejamiento de Perú Libre.
La posibilidad que Castillo obtenga más respaldo de la gente no solo dependerá de expresar buenas intenciones sino esencialmente de la capacidad de articular un trabajo que resuelva las demandas de los peruanos. Hay que sintonizar con las prioridades de la población, que pide a gritos que se reactive la economía y se mejores los servicios de salud. El no tratar estos problemas decisivamente debilita todos los aspectos de su gestión.
El presidente quiere dar la sensación que hace lo que puede. Sin embargo, lo que puede no solo depende de su voluntad sino también de su preparación, de su liderazgo y de su equipo. Más que derechos, su cargo exige obligaciones. Por ello, no solo es fundamental la capacidad sino también rodearse de mejores colaboradores.
Ya no es tiempo que sus preocupaciones estén vinculadas a cambios radicales y una nueva Constitución. Esos temas son contrarios al desarrollo económico del Perú y grandes obstáculos para el trabajo de construir un mejor país. El restablecimiento de la confianza es una condición necesaria para salir adelante.