El presidente Pedro Castillo y los suyos se quejan mucho del sistema de justicia. Sin embargo, este los trata con guantes de seda, tal como han visto todos los peruanos el jueves último, en que el Poder Judicial permitió postergar la audiencia en que iba a evaluar el pedido del Ministerio Público de impedir la salida del país de la primera dama, Lilia Paredes, investigada por los presuntos delitos de organización criminal y colusión agravada.
Era la tercera vez que se convocaba a la audiencia para ver este caso, pero esta vez ocurrió un “imprevisto” que llevó al juez Raúl Justiniano a postergar la diligencia. ¿Qué había pasado? El abogado de la señora, Benji Espinoza, había salido de vacaciones a París y tampoco podía estar presente de forma virtual en la audiencia, porque en la capital francesa había “problemas de conexión” a internet.
Para el magistrado, esto fue argumento suficiente para dejar todo en suspenso. Los conocedores afirman que ante una situación así, la diligencia debió llevarse a cabo con la asistencia de otro de los abogados de la señora Paredes o con el llamado a un defensor de oficio, como sucede con cualquier mortal que participa de una audiencia en el Poder Judicial y de un momento a otro se queda sin defensa jurídica.
No olvidemos que hace pocas semanas, la esposa del mandatario pudo ir a Nueva York precisamente porque aún no se había resuelto el pedido de impedimento de salida del Ministerio Público. Debió verse el jueves último, pero tampoco se pudo por las vacaciones del abogado Espinoza y la “benevolencia” del juez Justiniano. ¿La señora querrá evitar el arraigo antes del viaje de su esposo a Roma para reunirse con el papa Francisco este mes de octubre?
El presidente Castillo es, por ahora, un hombre con suerte. Ayer en Correo Lima hemos publicado un informe de todas las veces en que él y su entorno han venido obstruyendo la labor de la justicia para evitar responder por los delitos que el Ministerio Público les atribuyen. Nada les sucede. Sin embargo, ese blindaje no será eterno. Tarde o temprano deberán dar la cara, cuando ya no puedan usar el poder para salvarse.