Cuando los agoreros no dudan en predecir cada cierto tiempo, con una seguridad asombrosa, que estamos rumbo al descalabro, que los libros están en vías de extinción y que, además, la lectura dejó de ser esa pasión con la que ya pocos viven, el alma vuelve al cuerpo cuando somos testigos de que año a año renace la esperanza y se puede afirmar que “no todo está perdido”. 

Falta exactamente una semana para que acabe la 22a Feria Internacional del Libro de Lima, FIL Lima 2017, y según sus organizadores, la Cámara Peruana del Libro, se han rebasado todas las expectativas de asistencia hasta el momento respecto al año anterior y al parecer se cerrará el evento cultural con un nuevo récord. 

Pero al margen de los fríos números, que son importantes para que la industria editorial se mantenga, detengámonos un momento en señalar detalles tan vitales como esa fiesta que se siente, la celebración que se vive en torno al libro y sus autores. 

Esa emoción que se produce en niños, jóvenes y adultos que pasean en busca de su libro preferido y la admiración que revelan a escritores, al mismo estilo que a las populares estrellas de la música. Largas colas para conocer al autor que siguen y así lograr la firma soñada, auditorios llenos durante las presentaciones y stands repletos con ofertas para todos los gustos.

Aquí todos están hermanados: los libros de escritores de culto, los que presumen de premios, los que no pero lograron llegar al corazón del lector; también están los best sellers o los de aquellos que analizan la realidad y la sociedad actual, los dirigidos a los niños, los clásicos, los de oferta, los más caros. 

Esa es la gracia, que estén todos y que los lean, sin marginar unos de otros, porque finalmente cada quien irá afinando su gusto, lo importante es que se siga promoviendo esa pasión por leer que es tan necesaria para enfrentar los nuevos tiempos. 

Mención aparte a esos libreros de raza, los que además de estar presentes en la capital se pasean por cuanto rincón del Perú se organice una feria promoviendo así la lectura, muchas veces haciendo esfuerzos titánicos para armar su puesto de venta por el simple hecho de llevar cultura. 

Seres irrepetibles, que trabajan contra viento y marea, de raza pura y nobles por naturaleza. Y por qué no recordar a uno de ellos que se fue sin previo aviso y a quien se le extraña esta vez como nunca. Willy Flores, querido por el gremio y sus colegas. Abrazo hasta el cielo.