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Alguna vez se habló de la “magalización” de la política peruana a partir de la instauración del raje, el chisme, el ampay y la “maleteada” sin confirmar. Hoy, temo que hemos ingresado a la “fujimorización” de la política made in Perú, pero principalmente del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski.

Por ejemplo, la decisión de declarar al 2018 como “Año del Diálogo y la Reconciliación Nacional” está amarrada, sin lugar a dudas, a la premisa de sustentar oficialmente el indulto humanitario a Alberto Fujimori y, de paso, acallar la protesta de las calles.

(El cable a tierra es haber denominado “Decenio de la Igualdad de Oportunidades para Mujeres y Hombres” al periodo del 2018 al 2027).

Advirtiendo este panorama, el nuevo portavoz oficialista en el Congreso, Gilbert Violeta, ha dicho que no cree “que el presidente Kuczynski sea fujidependiente”. Tarde. Muy tarde. Las cosas están hechas.

La cantaleta de la reconciliación suena hace ya varios días. En su mensaje a la Nación después de salvar la vacancia por obra y gracia de Kenji y su papá, PPK peroró: “Peruanos, mañana empieza un nuevo capítulo en nuestra historia: reconciliación y reconstrucción de nuestro país…”.

Y, luego, tras firmar la libertad del exmandatario, Kuczynski infirió que “las heridas abiertas solo podrán cicatrizarse a partir de un esfuerzo reconciliador y de una voluntad de la que todos debemos formar parte…”. ¿Todo esto no es “fujimorización”?

Quizá, de manera sincera, PPK debió llamar al 2018 “Año del Diálogo, para salvar mi cabeza; y de la Reconciliación, para que no haya mucho roche por el indulto a Fujimori”. Digo.