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El tiempo que transcurre en el Congreso para evaluar y aprobar las facultades legislativas solicitadas por el Ejecutivo ha dado lugar a un fuego cruzado entre poderes. La lectura que podemos ofrecer no se reduce a calificar este escenario a un problema de vecinos poco colaboradores dentro de un condominio o urbanización, se trata de un periodo de normalidad en el ejercicio de la política.

Las relaciones Ejecutivo-Legislativo, especialmente en coyunturas políticas como la actual, gobierno en minoría y fuerte oposición parlamentaria, nos invitan a observar el mismo problema desde una posición más cercana a comprender los ejercicios naturales de la llamada “gimnasia parlamentaria”. En otras palabras, no se puede reducir el Congreso a una mesa de partes o a una entidad pública que tiene como máximo 24 o 48 horas para tramitar cualquier pedido desde el Ejecutivo.

El estudio de solicitud de facultades en las respectivas comisiones parlamentarias implica poner detenimiento en lo que se pide, sabiendo que la atribución legislativa es connatural a las funciones del Congreso y debe saber cuándo puede delegarla y cuándo no es posible; lo contrario sería un acto de frivolidad e indiferencia sobre las atribuciones constitucionales reconocidas al primer poder del Estado. En resumen, sumándome a los comentarios de algunos analistas, nos encontramos viviendo un periodo de normalidad en el ejercicio de la política, lo cual es más saludable para la democracia peruana que reducir el Congreso a una caja de resonancia de denuncias mediáticas.

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