La legislatura que terminó el sábado último deja como saldo un conjunto de leyes populistas que van desde el séptimo retiro de dinero de las AFP hasta la reducción del impuesto general a las ventas a peluquerías y salones de belleza, pasando por la entrega de bonos a jueces y beneficios a maestros, lo que sin duda dejará un gran forado en las arcas fiscales, pues si bien el Congreso no tiene iniciativa de gasto, en la práctica los legisladores hacen lo que quieren y nadie dice nada, y menos el Poder Ejecutivo que es su gran aliado y socio en la supervivencia hasta el 2026.

Mucho de este populismo tiene amparo en la reelección congresal que se ha aprobado en la última legislatura, lo que ha convertido a los actuales parlamentarios en candidatos al próximo Senado de la República, por lo que han salido desesperados a buscar votos como sea, a aprovecharse de los viajes de representación para hacer campaña a costa del bolsillo de los contribuyentes y hasta a aliarse con criminales como Antauro Humala, como es el caso de un sector de la izquierda que necesita una “locomotora” para tratar de no perder espacio en los próximos comicios.

Por eso, no nos sorprendamos con lo que pueda venir más adelante, conforme se acerquen las elecciones. Si no se pone freno a los “otorongos”, pronto seremos testigos de entregas de bonos a cualquiera que lo pida, aumentos salariales a estatales, nombramientos de locadores de servicios, regalos de canastas, subvenciones a consumos de luz y agua, creación de puestos de trabajo en el Estado a través de leyes populistas o más reducciones de impuestos, todo sin sustento técnico, en nombre de hacer “clic” con el ciudadano y asegurar la reelección.

Irónicamente, el Congreso que acabó con el golpista de Pedro Castillo, que como todo izquierdista soñaba con hacer populismo barato reventando la Caja Fiscal, está incurriendo en la misma irresponsabilidad que en algún momento nos va a pasar una factura muy dura. No se puede estar regalando plata a cambio de aplausos y votos, y menos cuando el país está tratando, a duras penas, de salir de la recesión. La cifra de crecimiento de abril ha sido buena, la hemos destacado, pero en el Legislativo están jugando con fuego.

Hemos visto solo el comienzo. Los congresistas están desatados y son capaces de cualquier barbaridad, como lo que han hecho al bajar impuestos a peluquerías y salones de belleza. A este paso podrían hacer lo mismo con bodegas, gimnasios, carpinterías, relojerías, juguerías, zapaterías y los negocios que les dé la gana, todo por ganar votos sin pensar que están quitando recursos a un Estado que cada vez tendrá menos capacidad para atender problemas eternos como los de la salud, la educación y la inseguridad.