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Uno de los problemas más graves mencionados por el papa Francisco durante su visita al Perú ha sido el de la minería ilegal, que arrastra muchos otros delitos y daños a miles de personas. Es por eso que la lucha contra el flagelo de la extracción de minerales al margen de la ley debe darse sin desmayo y desde muchos ámbitos, no solo desde el policial-militar.

Desde hace varios años vemos que se llevan a cabo operaciones de las fuerzas del orden en Madre de Dios y otros puntos del país, que apuntan principalmente a la destrucción de las ya famosas dragas. Sin embargo, esos aparatos que solemos ver ardiendo en llamas e inutilizados son apenas la punta del iceberg de este ilegal y millonario negocio.

Urge aplicar una estrategia integral para erradicar esta lacra, que destruye el ambiente a través de la contaminación de tierras y ríos, tal como se aprecia en impactantes imágenes que suelen circular en los medios. Con ello se estará haciendo bastante también para frenar la explotación sexual de cientos de personas y la evasión tributaria.

El problema de la minería ilegal lleva varias décadas, pero los sucesivos gobiernos han preferido mirar al costado y de vez en cuando mandar policías y militares a destruir algunas dragas.

Es vital que el actual gobierno, con los recursos con que cuenta, rompa con esa cadena de dejadez e ineptitud, y actúe con la energía necesaria para erradicar integralmente esta situación, que es una vergüenza para un país que quiere ser serio.