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Esta ha sido la peor semana para PPK. Quedan diez días para la segunda vuelta y, en lugar de empaquetar bien sus mensajes, sintonizar con la cámara en el debate, explotar su condición de buen gerente, se esmera en ser la versión más patética de una Gringa Inga en estado catatónico y desenfrenado a la vez. Con el perdón de la Gringa Inga, amable lector.

En vez de atacar los graves problemas de estos días -la inseguridad diaria, el crimen por un celular y la probable corrupción policial que suelta delincuentes-, desde un estrado, estrambótico y lenguaraz, PPK llama “ratera” a Keiko Fujimori. Quizá alguien le dijo que en Piura pudo ser más respondón y más antifujimorista, y no tiene mejor idea que hacer lo que en el Perú es una ecuación resuelta: atacas y el otro será la víctima. Más allá de la frase desafortunada, esas bravatas no conectan con el elector que PPK necesita, hoy más que ayer.

Ambos partidos, en verdad, están sacando lo peor de sí. Panfletos agraviantes aparecen para llenar de inmundicia la campaña. Desde la vieja guardia fujimorista, el doctor Aguinaga se desprestigia como médico con términos como ‘incontinencia’ y ‘geriátrico’ para PPK. El nivel de agravios y bajezas es intolerable. Keiko y PPK deben exigir a sus huestes que paren con las miasmas que drenan, con mayor fluidez en estos días, en las redes.

Como me dice el buen Robby Ralston, Keiko es la que mejor está haciendo la tarea. PPK tiene que hacer algo fuera de serie este domingo para mover las tendencias. De no ser así, me temo que la suerte está echada y la hija de ya tú sabes quién será la próxima presidenta.