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Cada quien se inventa los demonios que le convienen. Es casi el último recurso. Si no es Soros, el magnate que todo lo puede y todo lo financia, es la izquierda, a la que ahora le atribuyen organizar concertadamente revueltas sociales en Ecuador y Chile para, junto con Venezuela y Bolivia –y si es posible con el Perú de Vizcarra también-, darle vida a la utopía latinoamericana del comunismo del nuevo siglo. ¿De qué izquierda estarán hablando? ¿De la que hemos tenido en el disuelto Parlamento, unos cuantos gatos divididos que sueñan que cambiando un texto constitucional se cambia una realidad? Quizá de la izquierda de la señora Villarán, tan desacreditada por coimera como sus enemigos políticos, porque todos comieron por igual de la misma mermelada. O de la izquierda del mentalmente inestable Antauro Humala y sus marginales seguidores. Hay zurdos de todas las layas, pero todos venidos a menos desde que la ideología del marxismo, leninismo y pensamiento Gonzalo le hizo tanto daño genocida al Perú. Nunca volverán a ser la izquierda de antes los que abrazaron una ideología donde la violencia es la partera de la Historia. Diferenciarse de otras ubicaciones del espectro, del centro o la derecha, por apostar por posturas estatistas de la economía, o por entrometerse en la familia, el aborto, la educación sexual, religiosa, etc., no parece mucho mérito como el intento de apropiarse de las banderas de los DD.HH. Lo curioso es que quienes promueven estos demonios, para llevar agua para su molino, son los grupos de extrema derecha, los de la DBA (derecha bruta y achorada), lo que ya ha permitido acuñar su contraparte en la IBA (izquierda bruta y achorada). Díganme si Vladimir Cerrón (Perú Libre) y su ahora aliada la señora Verónika Mendoza (Nuevo Perú) no son sus mejores representantes. Unos se inventan a los otros para poder existir.