Quienes suelen hablar de institucionalidad en el Perú, deberían ser los primeros en respetar el fallo del Tribunal Constitucional que acaba de validar el indulto que hace poco más de cuatro años dejó en libertad a Alberto Fujimori, pues los votos cuentan y estos se ha inclinado por la excarcelación del exmandatario preso desde hace 15 años.

En un estado de derecho no se pueden acatar solo las normas que nos gustan, y rechazar las otras. Se entiende que todo lo que tiene que ver con Fujimori genera grandes adhesiones y rechazos, pero eso no quita que la sentencia dada ayer tenga que ser cumplida.

Los deudos de matanzas espantosas y condenables como las de Barrios Altos y La Cantuta tienen todo el derecho de sentir pesar e indignación por la decisión del TC. Por ello debe respetarse su decisión de acudir a instancias internacionales a fin de devolver a Fujimori a la cárcel. Nuestra solidaridad con todos ellos.

Lo que no se entiende es la indignación selectiva de quienes detestan a Fujimori, pero se han pasado la vida alabando a dictadores impresentables como Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro o Daniel Ortega, o vivido idolatrando a un carnicero como Ernesto “Che” Guevara, al que han convertido en un ser “mítico”.