La frase de Ortega y Gasset “Yo soy yo y mi circunstancia” se aplica bien a nuestras izquierdas. Esas que se dicen del pueblo y para el pueblo pero que no despegan. Es que los egos, intereses y ambiciones de los involucrados son demasiado grandes como para tener una visión de país; y sus perspectivas de éxito demasiado pequeñas. Una lástima, porque la participación en democracia de una izquierda moderna es siempre saludable.

La izquierda llegó por primera vez democráticamente a Palacio reivindicando al velasquismo. Poco les duró, ya que salieron disparados por un Ollanta Humala apurado en dejar de lado la dialéctica de café.

Para estas elecciones se ha acomodado. Carentes de apoyo popular, pasan por alto violaciones de DD.HH. (¡oh Susana!), plata como cancha y hasta denuncias de corrupción. Y mandando a todos al carajo se aúpan a los partidos de aquellos contra quienes alguna vez lucharon. ¡Todo por impedir que el fujimorismo regrese al poder!

Verónika Mendoza, apoyada económicamente por la clasemediera izquierda que recauda fondos y organiza elecciones internas, no despega. Y es que los discursos románticos son bonitos, pero no dan para el diario ni pagan el agua que llega en camiones. Desde su 2%, Vero, incapaz de hablar claro, más que para decir que al pasaporte francés no renuncia, no cala.

El 70% de la economía se desarrolla en el sector informal. No paga impuestos y los pocos servicios públicos que recibe son pésimos. La evidencia demuestra que en cuanto una familia tiene la capacidad económica para mandar a sus hijos a un colegio privado y atenderse en una clínica, lo hace. El peruano es emprendedor, quiere un Estado que facilite el desarrollo empresarial, no que compre su voto.

Gran parte de la lucha por la inclusión social y las políticas de desarrollo del siglo XX han sido impulsadas desde canteras de izquierda. Y el conocimiento de la realidad nacional de los académicos de izquierda es reconocido incluso por Hernando de Soto. Pero su receta es fallida y han probado ser ineptos para gobernar. Fíjense nomás en los resultados de los gobiernos socialistas europeos y del socialismo del siglo XXI.

Las izquierdas peruanas sostienen que la clase política está desprestigiada. Aunque no saben explicar por qué. Yo me animaría a sostener que su doble moral, sus acomodos y arreglos, su falta de propuestas basadas en evidencia, la defensa de intereses personales y su fracaso en la gestión pública han contribuido a ello.

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