Años atrás, la vida me puso en una situación que se convirtió en algo realmente insoportable. El buen ánimo que me caracteriza, mi forma de ser y mi vida en general comenzaron a afectarse lenta y negativamente gracias a una persona: Mi jefa. Pero, comencemos por el principio...
Después de haber desempeñado mis funciones de manera efectiva y responsable, finalmente me premiaron con un nuevo y mejor puesto. Me sentía contenta, ansiosa y claro, con los nervios naturales de quien va a emprender un nuevo reto. El panorama se veía bastante atractivo: Un aumento de sueldo en un 50%. Posibilidades de aprender muchísimo y crecer profesionalmente. Y una jefa joven, inteligente, con mucha energía y ganas de trabajar. Esa fue la impresión que tuve sobre ella al invitarme a formar parte de su equipo y la imagen que irradiaba ante el resto de trabajadores.
Pero conforme pasaban los días, mi buena y dulce jefecita se convirtió en mi peor pesadilla (literalmente). Durante los dos primeros meses creí que el intenso stress, los dolores de cabeza y cuello y el constante insomnio, formaban parte de la etapa de aprendizaje y adaptación que conlleva un nuevo trabajo. Sin embargo, una vez que por fin sentí que tenia el completo control de mis funciones, comencé a darme cuenta que estaba siendo víctima de un maltrato psicológico constante.
¿A que me refiero exactamente?
- Le comentaba a mi jefa sobre alguna idea que creía conveniente para el área pero ella además de no tomarle importancia, la señalaba como absurda y ridícula. Pero ¡oh sorpresa! días después, (maquillándola un poco) la presentaba como suya con total descaro.
- No importaba cuanto me esforzara ni que tan bien realizara mi trabajo, siempre encontraba la manera de hacerme sentir ineficiente e inferior a ella.
- Llamaba a mi celular personal todos los fines de semana e inclusive en celebraciones como la navidad. Buscaba cualquier pretexto para comunicarse conmigo fuera del horario de trabajo intentando dejarme siempre con un sinsabor y con cierto temor de regresar a trabajar. Esta situación se hizo habitual.
- Durante las horas de trabajo (y me daba cuenta porque nos sentábamos en la misma oficina) se ocupaba de temas personales como ir de compras, hablar por teléfono con sus amistades, discutir con su enamorado, y hasta colgar fotos en el facebook. Además, se retiraba antes de cumplir la jornada laboral, dejándome sin remordimiento alguno con una gran carga de trabajo (aunque yo sentía tranquilidad porque podía avanzar sin abruptas y desagradables interrupciones) y a pesar de que concluía exitosamente con mis tareas, al día siguiente los reproches y las criticas no tardaban en llegar.
Y así podría señalar mil detalles que lograron que una venita se reventara dentro de mi ojo por la tensión, que el párpado del ojo derecho me titilara todos los días durante meses. Que sintiera una angustia en el pecho cada vez que ella pronunciaba mi nombre. Que más de una vez explotara en llanto al no querer ir a enfrentar sus injusticias y humillaciones. Que por primera vez en mi vida detestara ir a trabajar.
En mas de una ocasión, intenté afrontar el problema conversando con ella sobre lo que ocurría. Si bien es cierto que el resultado no fue el que deseaba, sus reacciones me ayudaron a entender el porqué de su comportamiento. Inclusive en una ocasión rompió en llanto pidiéndome disculpas y reconociendo que estaba repitiendo conmigo, el comportamiento que su anterior jefa tuvo con ella. Sin embargo a los pocos días todo volvía a ser lo mismo.
La situación termino con mi renuncia irrevocable y fue una de las decisiones mas acertadas de mi vida. Primero porque la tranquilidad emocional no tiene precio. Después, porque semanas despues ingresé a una empresa en la que por años pude aprender y desarrollarme profesionalmente, además de establecer fuertes lazos de amistad.
Puedo rescatar de esta incomoda y felizmente, corta etapa de mi vida, que sin duda me hizo una persona mas fuerte y humana. Aprendí también que existen personas (y no solo en el trabajo) con un alto porcentaje de inseguridad, que buscan sentirse superiores, descalificando y humillando al resto. Que uno jamás debe permitir que nadie ponga en duda su capacidad, claro que con esto no quiero decir que nos cerremos a escuchar criticas constructivas que aporten a nuestro aprendizaje.
Asímismo, esta clase de circunstancias te enseñan a identificar con facilidad este tipo de personalidades y cómo debemos manejarlas. Y como diría mi jefe actual "ante un problema uno no debe preocuparse, sino ocuparse".