Fíjense en la ironía. Arturo Fernández se pasa el tiempo llamándole ‘periódico chicha’ a este diario y a otros que han informado sobre sus decisiones tomadas al margen de la ley estos primeros días de su gestión. Pero la verdad que, si nos vamos a las comparaciones y la justicia del término, él debe ser el alcalde más ‘chicha’ que ha tenido Trujillo en su historia.

Fernández hace un populismo de manual: ataca a la prensa crítica, convierte en enemigo a todo aquel que osa cuestionarlo, insulta a las mujeres, y se siente avalado porque tiene muchos seguidores en redes sociales que le aplauden sus patanerías.

Sufre si un solo día no genera noticia y no arma un show mediático. Le aloca la peliculina. Y por eso no gobierna: actúa todo el tiempo como si estuviera en un reality. Todo lo hace para los aplausos de su tribuna.

La última gran “actuación” del alcalde de Trujillo ha sido el lío con los organizadores del Concurso Nacional de la Marinera. Fernández hizo una de sus acostumbradas transmisiones de Facebook para advertir que no les daría luz verde para la realización de este evento tradicional que está a punto de iniciar. La razón que esgrimía era que la organización no cuenta con licencia ni certificado de Defensa Civil. Era una verdad a medias. Lo cierto es que Fernández no quería darle el gusto a la familia Burmester, que está detrás del evento desde que existe.

Al final de cuentas, fue un tema personal. Se pudo resolver con diálogo, pero el alcalde prefirió el show barato. Ahora el concurso de marinera se desarrollará en el Callao. Eso significa una pérdida económica de más de S/ 20 millones para Trujillo, pues dejarán de venir a la ciudad concursantes y turistas, y se caerán varios negocios que aprovechaban la festividad.

Es el costo de tener una autoridad perturbada y desaforada.