El debate electoral en Chota, soslayando el peligro de propagación del virus que dejó la aglomeración de seguidores -en su mayoría- del lápiz, resultó más utilitario de lo que muchos vislumbrábamos porque el país, por fin, pudo ver en toda su dimensión discursiva a los protagonistas del balotaje y eso puede conllevar a que, por ejemplo, los indecisos o quienes piensan viciar su voto opten finalmente por uno de los candidatos.

Las cosas claras y el chocolate espeso: Castillo quería jugar en casa para, con el apoyo de su hinchada, de una buena vez ganar el partido, máxime si Datum reveló que Fujimori ataca con fuerza por la punta derecha y está metiendo buenos centros, al punto de haber descontado el marcador. Y la postulante naranja, segura de su cancha y dominio de balón, buscaba dejarlo sin sombrero, desnudar sus falencias y vencer a domicilio.

A decir de los televidentes de América TV y de Canal N, Keiko sometió por goleada al profesor (70.9% contra 29.1%) y en las redes sociales fue fácil toparse con post como este del periodista y analista político Jaime de Althaus: “Keiko ganó el debate de lejos. Pero qué buena organización, qué bien la población. Deja muy bien a la democracia peruana”.

Ya en temas de fondo, Castillo incidió en su modelo social y económico -bueno, el de Cerrón- que fracasó en todo el mundo, y reforzó su compulsiva propuesta de nacionalizar hasta el aire. Y encima el fundador de Perú Libre dejó una amenaza: “Tras este debate la distancia se amplía, si esto no se refleja en las encuestas y presentan un empate técnico o lo contrario, estaremos asistiendo al preámbulo de un fraude (sic)…”. Eso se llama piconería.