A propósito de conmemorarse hoy martes 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer en prácticamente todo el planeta, quisiera realizar algunas precisiones sobre todo para mis amigos de género. Tengamos presente que en el alba de la civilización, la sociedad humana fue matriarcal. Si alguien creyó lo contrario; es decir, que el varón marcó y definió a la sociedad internacional inicial, pues está equivocado. La mujer alcanzó en aquella etapa inicial una posición extraordinaria afianzándose con privilegios que nadie tenía. La explicación saltaba a la vista: la mujer tenía el don de asegurar la consecución de la especie. Ese era su poder. Cuando daba a luz, el grupo -generalmente nómade- presenciaba atónito el momento del parto y eso originó una atención sobredimensionada respecto de la mujer a la que todos rendían respeto y protección. Con la premisa anterior lo que estoy diciendo es que la vida humana -varones y mujeres- no es cierto que estuvo determinada al comienzo por la fuerza. El poder surgido de la consistencia física apareció después y fue, eso sí es verdad, el elemento central que provocó el predominio masculino en la ulterior relación social. De allí que el hombre, más fuerte que la mujer, con el paso de los años en ese largo estadio de la sociedad primitiva, acaparó por su fuerza el control de la aldea, tribu, etc. En pleno siglo XXI, ya formado el Estado, muchos varones creen vigente ese carácter inicial en que imperó la fuerza y por eso hay mucha violencia contra la mujer. Ignorancia total y error. En las relaciones humanas contemporáneas la fuerza física no sirve para nada. La fuerza de la mujer es su inteligencia racional y emocional.