Muchos países del mundo tienen bastante avanzada la aplicación de la tercera dosis de la vacuna contra la Covid-19 y eso realmente es fantástico. Ómicron lo ha acelerado todo Las escalofriantes estadísticas de muertos en el planeta que superan los 5,5 millones en el mundo nos ha enmudecido a toda la comunidad internacional. Es verdad que las primeras dos dosis han detenido ostensiblemente el número de víctimas, pero igual la gente sigue muriendo porque no toda la población mundial ha sido vacunada. Sería mezquino no reconocer los esfuerzos de la ciencia y en general de la sociedad internacional pero igual seguimos en una situación de vulnerabilidad. Lo cierto eso sí, es la coincidencia de los científicos en los cinco continentes de que la tercera puesta resulta sumamente importante para asegurar nuestra protección in extremis. Los médicos a los que siempre consulto las razones para hacerlo, entre los que se cuenta a los reconocidos galenos sanmarquinos Fernando Aburto y Willy Garay, en general lo creen necesario dado que el comportamiento reactivo de la vacuna creada –ha cumplido en general algo más de un año-, nos asegurará la tranquilidad de no terminar entubados o muertos. La tarea previsora, entonces, es el mejor acicate para decidirlo y las políticas públicas deben hacer su tarea en los Estados. En efecto, la medicina es esencialmente previsión a toda prueba y así debe ser visto el asunto de la Covid-19 que se ha cobrado alrededor de 202 mil víctimas en el país. La tercera dosis, entonces, no es un capricho y así debe ser contemplado por todos, incluso por aquellos que se encuentran atrasados por no haberse vacuna hasta ahora. La inoculación de la tercera dosis es verdad que va a buen ritmo -más del 18% de nuestra población- y eso me parece sensato. La vacunación es una tarea de Estado y la sociedad nacional en su conjunto debe coadyuvar para que su cumpla el objetivo, es decir, que todos los peruanos y aquellos extranjeros que viven en el país, sean congraciados con la esperada vacunación y así evitar el drama de contar más víctimas y de otro lado, dar inicio al proceso de reactivación económico-social. Es verdad que existe niveles de inexplicable reticencia social para no aplicarse la vacuna, lo que, agotada la persuasión social, y que lo hagan es probable que no y el mantenimiento de una postura recalcitrante realmente llamará la atención. La realidad los va a terminar consumiendo en la responsabilidad de hacerlo.