Vladimir Cerrón cada vez se torna más nocivo para el presidente Pedro Castillo, y, si no le hace el pare ya mismo, la amenaza de que “si el gobierno se desvía, el partido (Perú Libre) tiene que rectificar la línea” podría escalar ciertamente a un nivel de injerencia compulsiva que desestabilizaría aún más su accionar gubernamental.

Acaba de mostrarle los dientes tras la designación de Óscar Maúrtua como reemplazante de su recomendado Héctor Béjar en la Cancillería, secundado por Guillermo Bermejo, otro de sus pupilos, que en ocasiones parece su ventrílocuo porque preserva los mismos alegatos, en este caso contra el nuevo titular de Relaciones Exteriores.

Es en ocasiones como esta que la frase “quien toma las decisiones no es Vladimir Cerrón sino Pedro Castillo” requiere el asidero o la evidencia respectiva porque -en el imaginario colectivo- ya se ha instalado la noción de que el exgobernador de Junín es la voz cantante en el poder, pasando al profesor a un segundo lugar.

Y cuidado que el propio premier, Guido Bellido, cumple hasta hoy una gestión con marcados ribetes partidarios, sumándose por ejemplo a la comparsa de Cerrón sobre el nombramiento de Maúrtua: “Tiene que seguir la línea trazada (por el polémico Béjar)”. El tufillo de que hubiese preferido otro nombre es notorio.

De manera que resulta necesario que el jefe de Estado, con hechos tangibles, marque un punto de quiebre y frene la actitud invasiva del dueño de PL porque de, esa manera, podrá concentrarse en encarar problemas como la inminente tercera ola del COVID-19, el golpe a los bolsillos populares por la subida de precios y la terrible inseguridad ciudadana.