En los últimos tiempos, las declaraciones del presidente Ollanta Humala parecen tener solo dos propósitos: defender a su esposa con vehemencia y desacreditar a sus adversarios políticos vinculándolos con la corrupción del pasado.

Su agenda tiene un punto recurrente: blindar a su esposa de una investigación, que a la luz de los hechos no es antojadiza ni injusta como nos quieren hacer creer desde Palacio de Gobierno. Hay malas señales en el caso Nadine Heredia y, por ello, se impone profundizar este tema. La defensa de su esposo es más un intento de la esperanza que de la realidad.

Con respecto a desprestigiar a los “políticos tradicionales”, está claro que Ollanta Humala va a utilizar los espacios en los medios para enfrentarse a sus críticos. Estará más pendiente del que tiene enfrente antes que de resolver los problemas de seguridad ciudadana y de nuestra economía. Es evidente que cuando el liderazgo es escaso, la ponderación de sus prioridades lo llevan a otro rumbo.

Por eso, no debe causar extrañeza que ahora tenga ayuda mediática, como la pregunta a pedido que le hizo un periodista del canal del Estado referida a los “narcoindultos”. De esto se aprovechó Ollanta Humala para continuar con el libreto y disparar con toda su artillería contra uno de sus principales adversarios, el APRA.

Lo más probable es que esta será la constante en los próximos meses. Un presidente enredado en sus propios miedos, con una defensa ardorosa de su esposa y un fuego cruzado contra el Congreso y los principales políticos de la oposición.

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