Mientras el denominado paro regional de 72 horas en Arequipa, convocado por diferentes organizaciones populares y políticas de izquierda, en apoyo a las manifestaciones de rechazo al proyecto minero Tía María, se descontrolaba por la violencia y vandalismo que lo caracterizó, otro grupo de ciudadanos reaccionó rápidamente para protestar contra los destrozos dejados por los manifestantes.

Esa espontánea medida, promovida por colectivos de jóvenes, se dio en rechazo a los daños que sufrió la Ciudad Blanca a manos de turbas que impusieron el caos y la zozobra por horas, agrediendo a quienes no respaldaban la medida extrema. Entre ellos, conductores que vieron dañados sus vehículos, comerciantes con sus negocios saqueados y periodistas golpeados por cumplir con informar.

Con la marcha para demandar paz y reconstruir rápidamente algunas calles destrozadas, estos arequipeños protagonizaron la otra protesta.

Los organizadores del paro pensaron en cosechar réditos políticos; sin embargo, no imaginaron que un buen número de ciudadanos no respaldaría el atentado en contra de la ciudad histórica y menos que se bloqueen carreteras. Al final, solo lograron censura por su violenta actitud.

Del discurso del presidente Ollanta Humala destaca la voluntad de recuperar el principio de autoridad sin ceder a la violencia y chantaje, como también lo demandó la gobernadora regional, Yamila Osorio.

El diálogo debe restablecerse en Arequipa para dejar de lado la violencia que divide a esta pujante región, en especial tomando en cuenta la pausa para Tía María anunciada por Southern.

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