El presidente Ollanta Humala inauguró la reunión anual de la Junta de Gobernadores del Grupo del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI) y en su discurso se dedicó a ensalzar la política de su gobierno y a dar magníficas proyecciones económicas del país. Me hizo recordar a los optimistas hinchas de la selección peruana que opinan más desde lo que puede llegar a ser el equipo que por lo que es.

Humala parece que se ha confundido de nación pues el Perú no es una historia de ángeles. Agobiado por la delincuencia, perturbado por una ruidosa crisis política y flanqueado por una galopante corrupción, el país no encuentra la estabilidad que se necesita para seguir creciendo.

El periodista argentino Jorge Fontevecchia decía que compartimos el 98 por ciento de nuestra composición genética con los chimpancés. “Ese 2% que nos diferencia son el lenguaje, el arte, la ciencia… La capacidad de inventar y el don de la responsabilidad son hijos de la misma condición humana: la posibilidad de hacerse preguntas. Lo de la cámara de gas, la coima, la corrupción, la contaminación ambiental, los violadores, los sicarios, los ladrones, no representan a ese 2%, pero tampoco a los chimpancés, sino a la peor combinación de ambos, algo que los animales solos no podrían generar”, comentaba.

Esa peor combinación la vivimos en nuestro país, pese a que el presidente Ollanta Humala se empeña de venderle al mundo una imagen mejorada de sus deseos. Ya no hay duda que nuestro Jefe de Estado no conoce mejor ideología que el marketing y no usa mejores palabras que los clichés.

El filósofo griego Heráclito decía que antes o después todo tiende a convertirse en lo opuesto. Cambiar la realidad que vivimos es urgente y los jóvenes tienen mucho que decir y hacer. “¡Despierten! ¡Abran los ojos! No permitan que los viejos como nosotros destruyan su planeta, este planeta va a hacer suyo”, exclamó el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim en la reunión mundial.

El mensaje es que la juventud tiene que transformar esta realidad y no estar distraída en el resto de las cosas de la vida.

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