Ayer varios medios de comunicación reportaron una indignación desmedida de usuarios en redes sociales por una imagen donde se ve a veraneantes limeños usando como piscina una pileta ubicada frente a las playas de Chorrillos.

Con una ira que debería llamar nuestra atención, los comentarios, más bien los insultos, muchos de ellos incuestionablemente racistas, no solo demuestran la ausencia de empatía entre nosotros, sino que resaltan la inexistencia de una reflexión que nos permita entender el verdadero rol de los espacios públicos.

Respetar y cuidar un área de uso público no es lo mismo que declararlo intangible. Que su función sea puramente ornamental, o que sirva solo para mirar pero no tocar, es lo más grave que podría suceder. Equivale a tener un área muerta, inútil, robada a la ciudad. Con mayor razón si es indiscutible que cada vez es más difícil para los limeños encontrar espacios en los cuales pasar el rato sin que sea necesario consumir o pagar una tarifa de ingreso. Uno de los riesgos de no promover un uso responsable de los espacios público, permitiendo que las personas los sientan suyos, es lo que sucede en casi todas nuestras playas, en los pocos parques de la ciudad y que también sucedió con la pileta de Chorrillos: su uso termina siendo irresponsable y al caer la tarde todo parece un basural.

El cambio está en construir una cultura de responsabilidad, no una de prohibición.

TAGS RELACIONADOS