Son loables los esfuerzos que ha anunciado en las últimas horas el ministro del Interior, Carlos Basombrío, en el sentido de que viene seleccionando al mejor personal policial para que integre la unidad que se encargará de trabajar de la mano con el Ministerio Público en la labor que tendrá en adelante de gestionar la detención de los al parecer cientos de exfuncionarios públicos que recibieron coimas en los últimos años de Odebrecht y otras constructoras.

El ministro ha dicho que los agentes vienen siendo seleccionados luego de pasar el polígrafo y establecerse, luego de una revisión de sus antecedentes, que están libres de toda sospecha, lo cual está muy bien. Sin embargo, las medidas que se ve obligado a tomar el sector Interior ante la coyuntura del caso “Lava Jato” nos confirman lo que en realidad no es gran novedad para los peruanos: que contamos con una policía plagada de malos elementos que ojalá sean pronto expectorados.

Si tuviéramos una policía como la que se merece el Perú, con todos sus agentes honestos, dignos de respeto por parte de la ciudadanía y bien seleccionados a nivel ético y profesional, no sería necesario tomar pruebas de polígrafo ni averiguar antecedentes, pues se supone que quien viste el uniforme de por sí debería cumplir con todos los requisitos necesarios para hacer el trabajo que harán los seleccionados al lado del Ministerio Público.

Otra evidencia de que no anda bien la cosa en la Policía Nacional es la norma que acaba de ser puesta en vigencia para mandar a la cárcel por entre cinco y diez años a los policías sinvergüenzas que reciban coimas. Sin duda es una medida positiva para frenar la corrupción muchas veces descarada de los malos agentes. Pero de no existir elementos que se venden hasta por “una gaseosita”, dicho decreto legislativo no tendría por qué existir.

Todo esfuerzo destinado a limpiar de malos elementos a la Policía Nacional, desde tenientes generales hasta suboficiales de tercera si es necesario, debe ser apoyado por los peruanos. No podemos seguir teniendo una institución siempre bajo sospecha y que nos genere desconfianza hasta cuando somos intervenidos en la calle por una situación rutinaria. El ministro Basombrío se ha comprometido a cambiar este panorama y nadie puede estar en contra de ese esfuerzo.

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