Ni la grave crisis política que vivimos permanentemente logró superar la polémica que se generó en los últimos días, en las redes sociales y programas de televisión, por la elección de Miss Perú 2022, corona que ganó Alessia Rovegno, una guapa limeña de 23 años. La flamante reina, integrante del clan artístico Cayo en el que se incluyen a su madre Bárbara y a sus tías Fiorella y Stephanie, nunca imaginó que le caería de todos lados cuestionando su designación como “la mujer más hermosa del Perú”, como si este fuera realmente un título nobiliario que permite, a quien lo obtiene estar por encima de los simples mortales.
Creemos que hay mucha gente ingenua que jura que este tipo de concursos realmente son trascendentes en estos tiempos, hay que ser honestos en decir que son franquicias que deben ser rentables para la organización que las adquiere y por eso se hará todo lo posible para crear expectativa y sobre todo se buscará generar ingresos.
En pocas palabras, Miss Perú y sus similares son concursos que terminan en un espectáculo televisivo como tantos otros, que tienen sus parámetros y que solo pretenden entretenimiento, quitémosle el rótulo de trascendentes. Lo que sí nos debe generar preocupación y se debería criticar es el ataque gratuito a una jovencita que solo quiso participar del concurso y que no pensó que este serviría para reafirmar viejos prejuicios.
Desde “es bonita pero bruta”, porque en su nerviosismo no supo expresarse ante cámaras, o “debe arreglarse la nariz”, requisito que algunas presentadoras consideran para tener el físico de una reina, o “no tiene el tipo peruano”, que contradice el criterio de la diversidad en nuestra sociedad; esas taras, sí deberíamos tomar en cuenta para desterrarlas. Ya tenemos bastante con un concurso que apela a sobrevalorar la belleza y la perfección estética, para que además pretendamos usar a su ganadora como modelo a seguir y exigir que esté exenta de errores y de imperfecciones.
Lo ideal sería que este tipo de certámenes promuevan regresar a lo natural, a aceptarnos como somos, sobre todo sabiendo que eso genera influencia en jóvenes y niños que están en etapa formativa. Rendirle culto solo a lo estético y sobrevalorarlo ya no debe ser un signo de nuevos tiempos.