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La resurrección de Jesús cambió la historia de Occidente. Lo voy a explicar. Muerto el Nazareno, todos, con Pedro a la cabeza, huyeron despavoridos. La persecución contra los cristianos de la Iglesia primitiva no tuvo límites, pues considerados cosas terminaban devorados por los leones en el Coliseo Romano todavía pagano hasta el siglo III d.C. Pero en ese tiempo eran muy pocos los que estaban enterados de que Jesús había resucitado al tercer día. De hecho, su ascensión a los cielos en cuerpo y alma y luego la extraordinaria experiencia de Pentecostés que fueron un privilegio de muy pocos, entre ellos, el propio Simón Pedro, los llevó precisamente a Roma, que era el centro del mundo antiguo. Los apóstoles, llenos del Espíritu Santo, no tuvieron miedo y fortalecidos por ese acontecimiento salvífico iniciaron la misión de predicar el Reino de Dios. Muchos por esta causa se volvieron mártires y su sacrificio no fue en vano. Constantino, emperador romano, convencido de la resurrección de Jesucristo, oficializó el cristianismo como la religión del Imperio. Roma hizo del cristianismo su estandarte del poder. La Iglesia fue ganando mayor influencia, de tal manera que no había monarca que no fuera ungido en el trono sin la bendición del Papa, que se hizo indispensable.

Luego vino la Edad Media y el poder de los papas sobrepasó al de los reyes y hasta los pueblos bárbaros -visigodos, ostrogodos, francos, hérulos, vándalos, etc.- se rindieron al poder pontificio. La resurrección de Jesús hizo que los cruzados llegaran hasta Tierra Santa para recuperar el Santo Sepulcro -lugar exacto desde donde narra la Biblia que Jesús “...se levantó entre los muertos...” -. Con el advenimiento de la Edad Moderna, Hugo Grocio y Francisco de Vitoria, los padres del derecho internacional, reconocieron el poder de la Iglesia y la trascendencia de los efectos de la resurrección para el mundo religioso, pero también político. Así la Iglesia se hizo poderosa y llena de fe selló su indiscutible poder universal que hoy seguimos viendo.