Para el presidente Pedro Pablo Kuczynski va a ser muy difícil gobernar no solo por carecer de mayoría en el Congreso, sino porque su débil bancada, inicialmente formada por 18 parlamentarios y hoy por 17, sin duda alguna comenzará a reducirse conforme pasen los meses y años, más aún si, como parece, la popularidad del Gobierno sigue apuntando hacia abajo en cada medición que hacen las principales empresas encuestadoras.

Lo dicho por el congresista Moisés Guía -sí, miembro del oficialismo, aunque parezca increíble-, en el sentido de que el presidente Kuczynski debe ser vacado del cargo -lo que le ha valido ser sometido a disciplina pese a las disculpas posteriores-, debe encenderle las alarmas al Mandatario sobre la fragilidad de una bancada que hasta en votaciones cruciales, salvo la que otorgó confianza al gabinete de Fernando Zavala, no ha mostrado la cohesión pedida por Palacio de Gobierno.

Incluso hace unos meses el propio presidente Kuczynski salió a lamentarse públicamente de que sus legisladores no le hacían caso. Si así está la cosa a escasos seis meses de iniciada su gestión, habrá que ver cómo será cuando pase el tiempo y, como suele suceder, cada quien vaya viendo a qué barco salta con la idea de reelegirse en 2021, algo que difícilmente conseguirían de permanecer en la bancada de un gobierno de salida y con baja aceptación.

Lamentablemente, nuestra política es así, y más aún cuando los partidos, incluso aquellos que llegan al poder -la mayoría sin saber cómo-, están conformados por “invitados”, advenedizos y gente que apareció de un momento a otro -casi siempre con plata en mano- más pensando en su proyección personal y en sus intereses que en mantener la unidad, la lealtad a quienes los acogieron y en seguir sus directivas.

El presidente Kuczynski se podría ir quedando solo. El congresista oficialista Juan Sheput, en entrevista a Correo publicada el martes, se ha referido a las deficiencias de su propia bancada, por lo que el Mandatario está advertido de lo que podría pasarle más adelante si no da un golpe de timón para revertir esta situación, que no es culpa del fujimorismo ni de los apristas ni de los fantasmas que suelen ver los mandatarios de turno, sino de sus propias acciones y, sobre todo, de sus omisiones.

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