En medio de los escándalos que sacuden todos los días al país, viene pasando casi desapercibida la débil gestión del ministro del Interior, Alfonso Chávarry, quien el miércoles último fue vapuleado en el Congreso, al extremo que hasta algunos de los habituales aliados del régimen al que pertenece, le han pedido que se vaya a su casa, algo que, en verdad, debió suceder hace tiempo si es que estuviésemos en un gobierno serio y no en el de Pedro Castillo.

Recordemos los muertos durante las protestas que se dieron en abril contra el régimen en distintas zonas del país, algo que en el pasado provocó hasta la caída del gobierno de Manuel Merino; las agresiones a periodistas a los que incluso se les impide acercase al mandatario poniendo por delante policías antimotines, y el bochornoso e ilegal toque de queda del 5 de abril en base a supuestos informes de la Policía Nacional.

Tampoco dejemos de lado cuando el ministro Chávarry tuvo una muy débil reacción aquel día que el premier Aníbal Torres dejó en ridículo a la Policía Nacional, al decir a una radio extranjera que los miembros de dicha institución estaban mal capacitados y que a seis de ellos les costaba atrapar a un delincuente. De otro lado, hasta ahora no se sabe dónde se esconden el ex secretario palaciego, Bruno Pacheco, y el sobrinísimo Fray Vásquez, ambos prófugos de la justicia.

Pero lo peor de todo es que el ministro Chávarry no es capaz de mostrar hasta ahora resultados positivos en la lucha contra la delincuencia. Todos los días siguen matando, robando y extorsionando pese a que se anunció con bombos y platillos un estado de emergencia que ha sido prorrogado, y hasta la salida de las Fuerzas Armadas para hacer frente al delito común. Sin duda alguna, todo un gesto para las tribunas que en la práctica de poco ha servido.

Sin embargo, qué se puede esperar del gobierno de un plagiador de tesis que mantiene como premier a un señor como Aníbal Torres, que no se ha esforzado por remover a un ministro acusado de dos asesinatos en Puno y ha entregado algunos sectores a los allegados a Vladimir Cerrón. Lamentablemente, el Congreso es cómplice de todo esto al no ejercer el control político que debería. Mucha declaración y mucha postura crítica hacia el gobierno, pero nadie mueve a nadie del Poder Ejecutivo. Así estamos.