Si el Perú es uno de los países más golpeados por la pandemia en todo el mundo y ya hemos tenido que lamentar las muertes de casi 200 mil compatriotas en año y medio, más allá de los problemas económicos y sociales que esto genera, sería bueno preguntarnos si ante la eventualidad de una tercera ola de contagios de COVID-19 el país se encuentra preparado para atender la demanda de camas UCI y oxígeno que haga falta.
La pregunta es pertinente sobre todo si el país está en manos de un gobierno caracterizado más en sobrevivir y apagar los incendios que sus propios miembros generan, antes que por hacer gestión. Y la atención de la pandemia necesita precisamente eso: mucho trabajo y coordinación desde dentro del Estado y con los privados. ¿Será capaz el nuevo gabinete de hacer lo necesario para salvar miles de vidas?
Se ha hecho bastante con el proceso de vacunación. Sin embargo, eso no impide que podamos tener en las próximas semanas un elevado número de contagiados y de fallecimientos. Se trata de efectuar un trabajo preventivo, y no salir más adelante a culpar al gobierno anterior, a la empresa privada, a los “grupos de poder”, a la prensa o a cualquier otro fantasma al que suele apelar el gobierno de Pedro Castillo cada vez que no le salen bien las cosas a causa de su propia incapacidad.
Recordemos que a fines de 2020 hubo un momento en que se redujeron drásticamente las cifras de muertes y contagios. Fue el terminar la primera ola. Sin embargo, poco o nada se hizo para afrontar el descomunal incremento de casos que comenzó a fines de enero de este año, y que llegó a su dramático pico en abril. El propio expresidente Francisco Sagasti tuvo que admitir a Correo que no calcularon el impacto que tendría el repunte por acción de las variantes que iban surgiendo.El presidente Castillo está en la obligación de no dejar morir a los peruanos como sucedió en la primera y la segunda ola. Acá no cabe más ineptitud de parte del Estado ni anteponer la ideología y los complejos antes de la gestión. El profesor ya no está en el lado de la oposición ni en su rol de sindicalista revoltoso que se llena la boca criticando sin aportar soluciones. Cuando la vida de miles de personas está en juego, el usar la palabra “pueblo” cada tres segundos y la demagogia no sirven de nada.