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Por estos días los peruanos andamos indignados por los canastones navideños de más de 900 soles que se regalaron nuestros legisladores, bajo el argumento de que como eso ya estaba presupuestado, nadie tiene por qué molestarse. Con esto, el Congreso insiste en ganarse el rechazo de los peruanos, que desde hace muchos años desaprueban masivamente el rol de este poder del Estado, que más hace noticia por escándalos que por su trabajo.

Si vamos al asunto de los productos navideños, notemos que no es la primera vez que los llamados “padres de la patria” reciben el canastón. Recuerdo que en Correo dimos la información desde la gestión de Ana María Solórzano, lo cual se repitió al año siguiente con Luis Iberico. Claro, meses antes la humalista había regalado billeteras Renzo Costa, como si la plata sobrara en un Estado con miles de carencias, especialmente en salud y educación.

Pero el problema con el Congreso va más allá. En la última semana vimos el pedido del oficialista Carlos Bruce para que la Policía Nacional vigile la inauguración de su restaurante y días más tarde la forma en que los fujimoristas se jactaban de su mayoría tras la interpelación al ministro de Educación, Jaime Saavedra. ¿Con actitudes así quieren que los peruanos tengamos una buena imagen del Poder Legislativo?

Y si vamos más atrás, encontramos situaciones peores, como las protagonizadas por aquellos que presentan información falsa sobre su formación profesional, los que arman debates sobre si la homosexualidad puede ser curada, los que insultan a través de las redes sociales, los que plagian proyectos de ley y luego culpan a los asesores, los que defienden sus intereses económicos, los que roban cable, los que matan perros o los que dicen que tienen una biblioteca de un millón de dólares.

Lamentablemente, los peruanos poco podemos quejarnos de los congresos que hemos tenido, pues los elegimos nosotros con nuestros votos. A eso se suma que las agrupaciones políticas nos sirven como menú a elegir, opciones en su mayoría como las que luego vemos ocupando las curules. Venimos desde hace casi dos décadas con Legislativos para el olvido y cabría preguntarnos si algún día estaremos en condiciones de elegir bien, pensando en el Perú.

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