El grado de improvisación y desconocimiento de nuestra realidad por parte del Gobierno ha quedado dolorosamente demostrado por los recientes comentarios de los ministros de Educación, Morgan Quero, y de la Mujer, Ángela Hernández. Decir que las violaciones de profesores a niñas awajún y wampis son una “práctica cultural” no solo es una torpeza o un malentendido, sino una justificación de un delito, algo realmente siniestro.

Estas declaraciones no son simplemente penosas ni desafortunadas; son expresiones que traspasan cualquier límite dela lógica, justificando actos criminales bajo la fachada de la cultura. Esto refleja claramente lo que el poder puede hacer con la moral de ciertas personas, que en su defensa a ultranza del Gobierno, pisotean toda ética y decencia.

Morgan Quero parece vivir en un mundo aparte, concedido por el poder, pero no se puede ser permisivo con la violencia. Las disculpas no son suficientes. El único camino que le queda es la renuncia. Del mismo modo, la ministra de la Mujer, Ángela Hernández, quien respaldó estas declaraciones y se atrevió a dar “recomendaciones” a las niñas sobre el inicio de la vida sexual, debe seguir el mismo rumbo.

Mientras tanto, los ministros solo hacen equilibrio para esconderse, una conducta muy común en el Gobierno de Dina Boluarte, comenzando por ella misma. Una vez más, se evidencia que su amor al cargo y los privilegios superan su servicio a los peruanos.

Los ciudadanos merecemos líderes que comprendan la gravedad de la violencia y actúen con firmeza para erradicarla, no que la justifiquen con argumentos insensatos y peligrosos.