Un aporte fundamental de la generación del novecientos (Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva Agüero, Francisco García Calderon) fue señalar la importancia de construir universidades con una visión peruanista del proceso nacional. Para los novecentistas era vital que la universidad peruana, sin abandonar las buenas prácticas de otros países, tuviese muy firmes los pies en el territorio nacional. Eran firmes creyentes en el equilibrio globalidad-desarrollo que hace de las buenas universidades un agente de cambio fundamental en la sociedad.

Esta crisis que atravesamos es global. La marea de la globalidad ha penetrado nuestras fronteras y un virus que nació en Wuhan ya ha llegado a los confines del mundo. La Universidad tiene que responder a las crisis globales con soluciones ancladas en el mundo pero adaptadas al Perú. Los universitarios no podemos permanecer de espaldas a los grandes problemas que nos aquejan. Lo bueno de la crisis, entre tantas cosas malas, es que pone a prueba el carácter de los pueblos. En el caso de la universidad peruana, la crisis nos está demostrando la inmensa capacidad de solidaridad de los universitarios, que no solo lideran numerosas iniciativas para ayudar a los demás. Hoy también somos conscientes de las enormes ventajas de las nuevas tecnologías. Y el Estado cada vez se anima más a dedicar fondos a la investigación, extremo fundamental para superar toda crisis.

En la universidad peruana se forma a la generación del bicentenario, solidaria y comprometida con el bien común del país. Ante tanto dolor en el mundo, eso es algo que a todos nos debe llenar de orgullo.