Ha continuado otra semana de incertidumbre creciente y sombras sobre unas elecciones a las que solo podría salvar, a estas horas, una auditoría electoral independiente, realizada por alguna entidad de alto prestigio internacional. Definitivamente la renuncia de uno de los jueces de Jurado Nacional de Elecciones denunciando intencionalidad preexistente de sus colegas para bloquear los reclamos fundados de Fuerza Popular, terminaron por colocar la cereza en el pastel de un proceso que no se sostiene más. El JNE, por cierto, pasó a formar parte de las instituciones menos creíbles del país.

Esto fue corroborado por la encuesta de Datum de la semana, en la cual, con claridad se observa que dos tercios de los peruanos perciben que hay serios indicios de fraude en la segunda vuelta. Como si fuera poco, el tipo de cambio alcanzó el máximo histórico de 3,99 soles por dólar, es decir, casi 4, mostrando el volcamiento masivo a la compra de la divisa norteamericana con fines de refugio que ha disparado el mercado bancario. Y que incluso, podría ser mucho más, si el BCRP no se esforzara tanto en controlarlo, a costa de liquidar casi 8 mil millones de dólares de las reservas internacionales netas. Sí, eso es lo que hemos perdido en pocas semanas debido a la incertidumbre reinante y de la cual, el JNE no quiere asumir responsabilidad alguna.

Se tiene que parar esto. No solo por la elección, sino por la gobernabilidad ulterior de cualquiera que se alce con el triunfo. Y repito, por ello, que ya no es tan importante, en este punto, quién ganó o perdió, sino que los resultados sean percibidos mayoritariamente como justos. Es decir, como reflejo verdadero de la voluntad de la gente. El JNE ya fue excedido y ya no puede garantizar esto, por lo que la auditoría electoral independiente surge como alternativa casi excluyente. No tomaría más de diez días. No hacerla, nos costará años de enfrentamiento.

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