La vida privada de un político tiene relevancia pública en el momento en que se mezclan los negocios con los sentimientos o la pasión. Si no existe una intersección clara entre estas dimensiones, la vida privada de un político jamás, bajo ninguna circunstancia, debe sufrir el escrutinio de la prensa o la venganza de los oponentes. En realidad, muchos de los que se ensañan con los árboles caídos de la cosa pública no son más que fariseos que se regodean de la paja en ojos ajenos, sin percatarse de la viga que los adorna. Con todo, la existencia de la intersección entre lo privado y lo público abre estos flancos, y todo aquel que decide incursionar en la política tiene que aceptar que tarde o temprano sus enemigos intentarán colarse por el jardín. Por supuesto, si los enemigos mienten o insinúan algo falso, el político de fuste sabe cómo hacer justicia apoyándose en una opinión pública que siempre se pone del lado de aquel que se victimiza oportunamente.

Dicho esto, no era en absoluto necesario que Marisol Pérez Tello pregunte por la naturaleza de la relación entre la Primera Dama y el señor Arosemena. La comisión tendría que centrarse en dilucidar la supuesta participación del mencionado señor en la red de Belaunde. Y para eso, valgan verdades, la pregunta sobre la infidelidad sobraba por impertinente. Lo primero consiste en establecer la responsabilidad de Arosemena en la red corrupta del primer amigo de la nación. Luego, si sus vínculos llegaban hasta Palacio. No era necesario facilitarle a Nadine Heredia un escenario de victimización. Si Pérez Tello quiso atacarla, el tiro le salió por la culata.

Para bien y para mal, Nadine Heredia es el futuro del humalismo. Una oposición que minimiza a su rival y comete errores es una oposición que trabaja para el oficialismo. Parece mentira que a estas alturas del partido la oposición no comprenda que los goles que falla, Favre los termina aprovechando.