GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Dicen que los retablistas son “contadores de historias”, no solo hábiles artesanos que van reflejando la vida de sus pueblos en sus coloridos trabajos en masa de papa y níspero por la pura frialdad del comercio y de un trabajo rutinario. Eso no los retrataría con justicia. Lo suyo es puro corazón. Hay mucho de amor y tradición en ese rito de mostrar con fidelidad y ternura historias que terminarán siendo eternas en vistosas cajas de madera que al abrirse nos sorprenden con lo que queremos y hasta lo que no queremos ver. Quizá por todo eso heredar ese legado y transmitirlo de generación en generación se convierte en un acto de compromiso para mantener intacta la memoria de la gente, pero sobre todo ese proceso es un acto de amor. “Retablo”, la cinta dirigida por Álvaro Delgado Aparicio -actualmente en cartelera-, es esencialmente eso: una película en la que el amor está por encima de todo, de las diferencias, de la tragedia y hasta del dolor. La película, hablada totalmente en quechua, narra la historia de Noé (Amiel Cayo), maestro retablista ayacuchano, y la relación que tiene con su hijo Segundo (sorprendente Junior Béjar Rojas). Noé está interesado en dejar a su heredero todos los conocimientos de su arte, mientras que Anatolia (Magaly Solier), madre de Segundo y esposa de Noé, comparte esa tradición, y además la de una sociedad llena de prejuicios. Cual retablos, la historia nos va mostrando en una y otra escena la vida de estos personajes, su entorno y las relaciones que se van desarrollando entre ellos. Todo transcurre con total normalidad hasta que Segundo, el hijo, es testigo de una situación personal en la que nunca imaginó que estuviera involucrado su padre. El shock que eso le produce altera su percepción del mundo, resquebraja su relación con él, a quien amaba y admiraba, y su contacto con su entorno se desdibuja. Cuando para toda esa sociedad andina Noé debía ser castigado porque su hombría es cuestionada y no corresponde a la de una sociedad tradicional, su hijo, luego del impacto inicial, decide que el amor y la tolerancia están por encima de todo. Y es allí donde está el mensaje central de la cinta y que Álvaro Delgado Aparicio resuelve con eficacia y sin perder una pizca de la intensidad y emoción que se necesitan para redondear la historia. Una cinta peruana imprescindible en momentos en que muchas veces se quiere negar lo evidente y esta vez un “Retablo” nos lo muestra colorido y real.