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Un día como hoy, hace 99 años, sucedió la histórica primera aparición de la Virgen María tres pastorcitos: Lucía dos Santos y los hermanitos Jacinta y Francisco Marto. Hubo otras más que corrieron entre esa fecha y el 13 de octubre de 1917. El mundo del catolicismo tiene a este acontecimiento sobrenatural en calidad de hecho divino, cuya explicación solo es posible desde la fe. De manera que no cabe hablar del acto demostrativo de las apariciones porque esa es una categoría propia de la ciencia. Lo que es un asunto de fe no es posible someterlo a la prueba. Pero más allá de esta importante precisión, lo relevante para la ciencia de las Relaciones Internacionales que, coincidentemente cobró rigor científico al inicio del siglo XX para explicar los fenómenos de la interacción interestatal en el tamaño planetario y producidos por los denominados actores internacionales, fue que coadyuvaron a explicar el impacto que estaban promoviendo las apariciones de la Virgen. Me explico. Por esos años en que la Madre de Dios se manifiesta a los pequeños en donde hoy se ha erigido un Santuario en Cova de Iria, Fátima, en Portugal, el mundo vivía la nefasta experiencia bélica de la Primera Guerra Mundial. La connotación de las apariciones más bien tuvieron el enfoque de dar señales de lo que se le venía al mundo a propósito de los conflictos producidos por la incapacidad del hombre para evitarlos. La idea del castigo, entonces, fue central. Eran, además, los tiempos en que comenzaba a ganar espacio el ateísmo en algunos países, principalmente los que estaban asociados a la Revolución bolchevique, que ferozmente acabó con la Corte zarista de Nicolás II en Rusia, también en 1917. Había, pues, momentos de fe efervescente, pero también de temores por la ira de Dios a la luz del desasosiego humano para impedir la primera violencia de carácter mundial. Las apariciones de María han sido claves para estrechar las vinculaciones estatales en el marco de la política internacional de aquella época y a partir de actos de fe que hoy recordamos con fervor mariano.