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Lloras en televisión, lamentas de que quieran destruir tu vida, niegas en todos los tonos e idiomas de lo que se te acusa y amenazas con castigar a la culpable de semejante maldad. La “villana” de la historia

contraataca, quiere vengarse de que la hayas calificado de “oportunista” y no tuvo mejor idea que desempolvar sus recuerdos y muchos mensajes telefónicos para demostrar que nunca la olvidaste a pesar de tu boda pomposa. ¿Telenovela turca? No, la vida real pura y sin guionistas de por medio. Por si no ha seguido la historia que se presenta por capítulos en los programas televisivos de farándula, hablamos de Christian Domínguez y Vania Bludau, cantante el primero, modelo la segunda, protagonistas de este culebrón que al parecer no tiene fin. Exenamorados y hoy, al parecer, enemigos irreconciliables. Es duro verse expuesto en la pantalla, es cruel que ventilen hasta lo que dices a alguien en la intimidad, es terrible que otros finalmente tengan que pagar los platos rotos que tu mismo arrojaste. Sin embargo, hay que preguntarse si no es la consecuencia lógica de una vida expuesta a los medios que uno mismo promovió. Si compartiste tu romance todos los días por televisión, el posterior matrimonio y luego hasta presentó a una criatura ante los medios, ahora quejarte de que las maldades lleguen todas juntas por la pantalla chica no es muy consecuente que digamos. Eso de que se cosecha lo que se siembra no está muy lejos de la realidad. Y hay que aclarar algo de una vez por todas: la televisión llega hasta donde uno lo permite, no pone una daga en el cuello para que una figura pública hable más de la cuenta, comparta sus intimidades y llore en vivo en horario estelar. Si no quieres que tu vida la relaten por capítulos y que siempre estés en boca de todos, algo simple y sin mucho trámite, no abras la boca, no des confesiones y comparte lo que desees. Y en el caso de los artistas sería lo ideal que solo muestren el talento del que presumen.

¿Y si no lo hay? Bueno ese es otro rollo, a aquellos integrantes de la farándula local con esas características no les quedará otra que vivir del escándalo, del cuento y de los romances de ocasión. Ya es hora de separar ya la paja del trigo.