Las cárceles en Venezuela son una ignominia completa. No solo porque mantienen en condiciones inhumanas a los reos, y si acaso son presos políticos, con ensañamiento de por medio, sino porque hasta para los visitantes, en su gran mayoría los familiares, se muestra una completa falta de respeto lacerando a la dignidad humana, bastión intangible de nuestra vida y calidad esencial de la naturaleza del ser del hombre. Lilian Tintori ha denunciado cómo la gendarmería de Ramo Verde, el otro bastión -el del autoritarismo y la arbitrariedad- la hizo pasar por un proceso ofensivo que le exigió desnudarse so pretexto de los protocolos de seguridad de los penales. Incluso fue obligada a hacerlo delante de sus pequeños hijos que ya llevan camino a los dos años sin poder contar con su padre, Leopoldo López, el mayor preso político, condenado por una justicia ciega a 13 años de pena privativa de la libertad. Maduro tiene el control de las cárceles, eso es verdad y cree que con el endurecimiento de las medidas va a amilanar al líder arrancado de su libertad, de su esposa y de sus hijos. Eso no se hace. La Asamblea Nacional no debe perder de vista su tarea principal: lograr la libertad de todos los presos políticos de Venezuela, y Maduro deberá entender que la voluntad de la Asamblea es la voluntad del pueblo de Venezuela. Lo que se vuelve insostenible es que el caso de los presos políticos no vaya a terminar en leguleyadas de ida y vuelta, habiendo sido uno de los temas más importantes durante la campaña de la oposición para lograr controlar el Parlamento que ya lo tienen. Debe formularse una denuncia por el ultraje al pudor de la señora Tintori.