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Pasó una semana del dantesco incendio que dejó en cenizas varios locales en el emporio comercial de Mesa Redonda en Lima y felizmente no causó víctimas mortales, tal como sí ocurrió el 26 de diciembre del 2001, cuando fallecieron 277 personas y otras 550 resultaron heridas.

Tristes y dolorosos momentos vividos por las personas damnificadas, en especial, al perder a seres queridos y negocios fruto del trabajo de varios años.

El último siniestro ocurrido en Mesa Redonda trae al recuerdo otras desgracias en el territorio nacional, donde se presentan estas situaciones, en especial por falta de control y previsiones que deben promover las personas encargadas de fiscalizar dichos locales, las áreas de Defensa Civil de las municipalidades, así como de otras que verifican y certifican el cumplimiento de requisitos para otorgar las licencias de funcionamiento, y así puedan recibir a las personas que concurren en calidad de clientes.

Lamentablemente, las autoridades municipales recién disponen las supervisiones cuando pasa un incendio u otro tipo de incidentes que nos obligan a reflexionar y lamentar por días.

En Lima, por ejemplo, se ordenó una campaña de fiscalización en Mesa Redonda, Mercado Central y alrededores, como también suspender por 30 días la licencia de funcionamiento a los comerciantes donde sucedió el siniestro, cuando en realidad estas acciones deben ser frecuentes por la idiosincrasia de la mayoría de peruanos que les gusta la informalidad. Basta de tanta desgracia que puede evitarse con previsión.

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