Ayer, un grupo de opositores al gobierno convocó a una marcha, la enésima desde que Pedro Castillo asumió la presidencia de la República, pero esta vez cambiaron de táctica y ya no solo exigen la renuncia del mandatario sino que también el Congreso dé cuenta de la moción y, eventualmente, vaque al jefe de Estado.

Ante esta situación, y siguiendo con la retórica que ensayó en el hospital Rebagliati donde calificó de ladrones a quienes lo abucheaban, el presidente olvidó que fue una protesta la que lo sacó del anonimato y emprendió contra todos aquellos que decidieron salir a la calle a levantar su voz pidiendo un Estado sin personajes que tengan investigaciones por presuntos delitos de corrupción.

Durante una actividad en memoria de Tupac Amaru II y Micaela Bastidas, Castillo Terrones calificó de “conservadores y reaccionarios (...) que usan la desinformación y falsas acusaciones en su contra” a la ciudadanía que marchó en distintas ciudades del país reclamando por un cambio de rumbo la política nacional.

La protesta es un derecho y mal hace el presidente en llamar “enemigos” a todos aquellos que la ejercen, que no le son favorables, y quieren vivir en un país donde los gobernantes de turno y sus funcionarios no estén comprendidos pesquisas fiscales.

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