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Luego del rechazo de los colombianos -50.2% por el NO y 49.7% por el SÍ- al acuerdo de paz firmado en Cartagena de Indias entre el Gobierno y las FARC, lo que se hizo por un plebiscito el pasado 2 de octubre, muchos creyeron que la paz se alejaba de ese país, que el presidente Santos era un cadáver político y hasta que una renegociación tardaría un tiempo indeterminado, creando un estado de incertidumbre nacional; sin embargo, la realidad está demostrando lo contrario. Las partes -las FARC no dudaron en salir rápidamente en señal de asentimiento- volvieron a la mesa de negociación en La Habana y luego de pocas semanas pero de intenso intercambio de posiciones -en la primera negociación de más de 4 años las FARC fueron siempre las maximalistas, esta vez lo fue y más el Gobierno-, la consecuencia ha sido el reciente nuevo acuerdo que el presidente Santos ha calificado de definitivo pero que su antecesor y líder del NO, Álvaro Uribe, prefiere que antes de que sea aceptado, todos los colombianos lo lean detenidamente. Eso puede ser posible pero lo que no, que sea objeto de otro plebiscito que, a estas alturas, podría constituir un riesgo político muy grande para todo el proceso de paz. Con lo anterior, sí debe ser motivo de análisis la celeridad con que se ha arribado a este nuevo acuerdo, surgiendo la ineludible pregunta: ¿Qué ha llevado a las FARC a renegociarlo en tan corto tiempo? Salta la evidencia que para los alzados no hay otra salida que no sea la paz. La cúpula de las FARC ya no quiere seguir con la lucha armada que llevaron adelante por más de 50 años en el país y sienten que su tiempo de combate ha acabado. Las épocas ilusas de las guerrillas como método en América Latina de los años 50 y 60 han terminado. Desde que murieron sucesivamente y por diversas causas importantes miembros del Secretariado como Manuel Marulanda, Alfonso Cano y Raúl Reyes, y con ellos, muchos de sus guerrilleros, las cosas han cambiado notablemente. Sus atentados de los últimos años han sido propios de un manotazo de ahogado. El proyecto que soñaron ha sido rechazado pues jamás contó con el apoyo del pueblo colombiano y ese ha sido su mayor castigo. Entrar a la civilidad es su única alternativa y esa es la circunstancia que Santos ha sabido capitalizar para llegar al nuevo acuerdo que ahora deberá ser aprobado y ese es otro cantar.