El domingo 18 de octubre por fin serán las elecciones presidenciales en Bolivia, varias veces postergadas. Primero, por los cálculos de la presidenta interina, Jeanine Añez, que una vez hecha del poder y percibiendo sus bondades, cayó en la tentación de postular. Felizmente terminó desistiendo de su gravísimo error. Luego, por la pandemia, que era explicable.
En ese trayecto, Evo Morales, después de salir por la puerta falsa al verse delatado por el contundente informe de la OEA que desnudó el fraude consumado para perpetuarse en el poder, tuvo su primera parada en México, gracias a un presidente -Andrés Manuel López Obrador- con el cual mantiene afinidades políticas -a mi juicio, legítimas-, para luego terminar protegido por la Argentina de los dos Fernández, Alberto, el presidente, y Cristina, la exmandataria, que apenas obtenida la victoria sobre Mauricio Macri, le dieron cantada posada.
Evo preparó su maquinaria para volver como senador pero la justicia de su país lo inhabilitó por no contar con domicilio en el territorio nacional. En el plano interno, los dos candidatos con mayores chances para pasar a la segunda vuelta son el expresidente Carlos Mesa -lo conocí cuando fungí de moderador en el debate boliviano-chileno, aquí en Lima (2015), promovido por la prestigiosa Federación Interamericana de Abogados - FIA-, en que Mesa, como vocero oficial de Bolivia, hizo una defensa admirable de la causa altiplánica- y el acólito de Morales, su exministro de Economía, Luis Arce, que viaja con frecuencia hasta Buenos Aires para recibir las instrucciones del exmandatario.
El plan de Evo y el Movimiento al Socialismo (MAS), su partido, es sembrar, a priori, la idea de un fraude, si acaso son derrotados pues las encuestas presagian que Mesa ganaría en segunda vuelta. Mientras el expresidente representa el retorno a la estabilidad democrática perdida con Evo y pregona una reingeniería en las políticas de salud, la estrategia de Arce pasa por recordar a los 11 millones de bolivianos en estos meses de desazón nacional por la pandemia, la época de bonanza económica que tuvo el país en los mejores tiempos de Evo. Veremos cómo llegan.