Acaban de cumplirse 182 años desde que Inglaterra ocupó las Islas Malvinas expulsando a los pobladores argentinos que la habitaban en completa paz. La Cancillería bonaerense ha reiterado su disposición para llegar a una mesa de negociación a la que Londres se niega rotundamente. No es extraño que la soberanía del archipiélago siga siendo objeto de una indoblegable posición argentina de reclamo permanente frente a una recia actitud británica de dominio territorial como en los tiempos de la era victoriana. Un verdadero descalabro que no se condice con las reglas del derecho internacional contemporáneo. La reina Isabel II, David Cameron, primer ministro del Reino Unido, y todo el séquito de las cámaras de los Lores y los Comunes deben despojarse de esa actitud inconsistente de querer tercamente seguir amparando en pleno siglo XXI prácticas colonialistas del pasado. El Reino Unido de Gran Bretaña debe comprender que las reglas han cambiado. Efectivamente, la característica que marcó al sistema internacional desde mediados del siglo XX ha sido el proceso de descolonización que rechaza el mantenimiento de posesiones territoriales amparadas en el poder político o militar ultramarino, una situación -repito- realmente incompatible con las normas de la convivencia internacional contemporánea y que constituye una violación del gran legado westfaliano del principio de soberanía territorial que históricamente le corresponde a Buenos Aires. Hace bien Argentina en mantener como política de estado el permanente e indesmayable reclamo sobre las islas. Es archiconocida en la región la actitud del Perú que cerró filas con Buenos Aires durante la guerra que enfrentó contra Londres por las islas en 1982. Este asunto debe ser abordado en algún momento de la única manera posible en estos tiempos: la negociación y el entendimiento y para ello deberá haber disposición pues en las relaciones internacionales todo va cambiando permanentemente.