Con un poder judicial totalmente dependiente del régimen de Nicolás Maduro, acaba de ser sentenciado arbitrariamente Leopoldo López a la pena privativa de la libertad de más de 13 años en Ramo Verde, el recinto carcelario símbolo de la prepotencia y del abuso chavista. El fallo judicial es un completo escándalo en pleno siglo XXI donde, como en las épocas del absolutismo monárquico anterior a la Revolución francesa, la gente era apresada y condenada vilmente por el solo hecho de decir su pensamiento o alzar la voz pacíficamente para expresar su discrepancia. Está claro que López es una piedra en el zapato para el gobierno de Maduro y este, que ha querido deshacerse del mayor líder opositor que hoy existe en Venezuela, ha decidido encerrarlo por más de una década. Las palabras de Leopoldo, antes de que sea leída la sentencia lo pintan de cuerpo entero. Valor es lo que le sobra y no va a claudicar en sus principios. A Maduro lo enerva que la gente manifieste su solidaridad con el líder vapuleado en sus derechos humanos. Ya mismo, apenas conocido el veredicto infame, retumbó en todo Caracas un cacerolazo en señal de protesta. Es probable que la sentencia sea apelada, pero también que no se pueda hacer mucho. Lo que queda es que la oposición logre una contundente victoria en las próximas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre y en mayoría aprueben una ley de amnistía para López y todos los presos políticos retenidos en las cárceles del país. Maduro hará todo lo posible para fraguar las elecciones y por eso será necesario recurrir a los actores externos para que ejerzan presión sobre la dictadura con un presidente gendarme e intolerante.

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