Son diecinueve candidaturas presidenciales para las elecciones del 10 de abril, pero pocas tienen una organización partidaria a nivel nacional. Lo ideal sería la contienda entre un partido de derecha (conservador), otro de izquierda (reformista) y otro de centro. En el Perú, todavía suena a ciencia ficción una concertación de todos los candidatos de centro en una contienda electoral.

Lo que predomina es el sueño del partido propio y un proyecto político personalista. En la mayoría de los casos, se trata de agrupaciones en torno a un líder carismático de ocasión. Precisamente, el problema de fondo es que la ley de partidos no exige unos mínimos para poder participar en una campaña a nivel regional o nacional, los cuales colaboran en evidenciar unos indicadores para conocer su real peso político y actividad partidaria.

En un Estado Constitucional de Derecho debe reconocerse y aplicarse el derecho de participación política, pero a los candidatos que postulan a la región o a una municipalidad deben exigirles una actividad partidaria continua, por medio de militantes inscritos en ese lugar. De igual manera, si la elección es de alcance nacional, debería exigirse una mínima presencia de la agrupación política en el norte, centro y sur del país.

Si la ley de partidos es muy permisiva, si no exige unos estándares mínimos para que pueda ejercerse la política de modo profesional, en el ámbito regional o nacional, entonces tendremos algo similar a lo ocurrido con la creación de instituciones educativas de baja calidad académica.