Mañana, el Perú celebra 200 años desde que José de San Martín proclamó la independencia del Perú en la Plaza de Armas de Lima con las famosas palabras “¡Viva la Patria! ¡Viva la Libertad! ¡Viva la Independencia!”. Irónicamente, mañana conmemoraremos este día mientras asume el poder un gobierno que podría significar el fin de la libertad para los peruanos.

Celebramos los 200 años de vida independiente ingresando a un periodo inevitablemente complicado. Un periodo que estará marcado por disputas y vaivenes intrapartidarios, entre poderes, y entre ciudadanos.

Celebramos el bicentenario con un Perú enfermo, azotado por la pandemia, la corrupción, la pobreza y la falta de un liderazgo político a la altura de las circunstancias.

Así, la responsabilidad que recae sobre los hombros de Pedro Castillo es aún mayor; tiene el deber de no empujar al precipicio a un país que, en estos momentos, enfrenta condiciones que lo pueden llevar a la autodestrucción. Tiene el deber de mantener al Perú como un país generador de riqueza, con una caja fiscal sólida, y que garantice el acceso a condiciones de vida dignas para todos los peruanos -sin quitarle nada a ningún otro peruano-.

Todos los que tenemos la suerte de llamar al Perú nuestra patria sabemos que este es un país con un potencial infinito, que lamentablemente no ha logrado afirmar su identidad.

Señor Castillo, yo -como muchísimos otros peruanos- no voté por usted. Pero como ciudadanos de un país todavía democrático, le exigimos que tome usted el camino de la generación de la riqueza a partir del trabajo y de la correcta explotación de nuestras potencialidades y recursos, no del despojo y la expropiación de esa riqueza, a lo que varias veces ha hecho demagógicamente referencia en su campaña, y que solo conducirá a crear más miseria en perjuicio de todos los peruanos, afectando principalmente a los que votaron por usted.