No es una novedad que desde el Parlamento surjan leyes para que sus impulsores obtengan un aplauso fácil, mientras que el resto del Congreso usufructúa de las mismas y, brevemente, suba su alicaída popularidad.

“Declárese de necesidad pública la creación de...” es el preámbulo de una ley que solo sirve para que quien la impulsó se jacte de ese papel, mientras que los supuestos beneficiarios no vean absolutamente ni un ladrillo de la universidad ni se convierten en el distrito que tanto anhelan.

Jugar con las expectativas de los votantes es peligroso y más con sus anhelos, pero lo peor es cuando el afán de subir unos cuantos puntos porcentuales en la aprobación de la gente perjudica directamente a todos.

Precisamente esto es lo que ocurrirá si, por ejemplo, en el pleno del Congreso se aprueba la norma que busca modificar la ley de aeronáutica civil para obligar a las aerolíneas a no cobrar por asientos ni equipaje de mano.

Si esta norma es sancionada a favor, desaparecería el modelo ‘low cost’ que ha permitido ampliar la oferta destinos y el ingreso de nuevas empresas al país.

Esto eliminaría los pasajes baratos y afectaría directamente a los consumidores que la norma, supuestamente, pensaba proteger.

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